¿Qué es la “zona de confort” y cómo sobrevivir a ella?

La “zona de confort” no es un lugar físico, sino que es un estado mental en el que una persona se siente tranquila y segura, sin miedos, pensando que lo tiene todo bajo control.
Esta zona está llena de rutinas, hábitos, días repetitivos… no se asumen nuevos retos, en todo caso se miran como si fueran sueños inalcanzables e improbables. Por lo tanto, el desarrollo personal se estanca, empieza la monotonía, apatía, desmotivación y con ellas un bucle de pasividad ansiosa que acaba afectando a la autoestima de la persona así como sus relaciones.
“La zona de confort es como la arena de la playa: allí nos encontramos genial, pero no crece nada”.
A pesar de ello, la zona de confort es beneficiosa si pasamos cortos periodos de tiempo en ella, regenerando nuestros recursos personales y mentales, ya que el cerebro ahorra energía creando automatismos que nos permiten “no pensar”, como cuando nos duchamos, fregamos los platos, conducimos,… no necesitamos toda nuestra atención en ello y así nuestro cerebro nos permite prestarle atención a otras cosas. De este modo, la zona de confort nos prepara para volver a asumir nuevas metas. Es peligrosa sólo cuando se activa el “chip automático” gracias a la comodidad que ofrece estar en ella y dejamos de exigirnos esfuerzo personal, evitamos situaciones novedosas, no toleramos algo que nos produzca incertidumbre, etc. por ejemplo: no nos apuntamos al gimnasio, no pensamos en un cambio de trabajo, no nos atrevemos a dejar nuestra relación actual, etc.
Al igual que existe una “zona de confort”, también existe una “zona de crecimiento”. No son zonas necesariamente opuestas, sino que la zona de crecimiento sería una zona de confort ampliada.
Para llegar de una a otra hay que dar varios pasos:

La que encontramos inmediatamente al salir de la zona de confort es la ”zona del miedo”.
El límite entre estas dos zonas es el más difícil de superar y mantenerse sin volver atrás, debido al miedo que provocan las situaciones novedosas o la incertidumbre, que nos provocan el deseo de volver a nuestra zona de confort. En esta zona de miedo podemos sentir:

  • Falta de autoconfianza
  • Pensar en fracasos del pasado
  • Dar excesiva importancia a opiniones ajenas
  • Ponernos excusas
  • No tolerar la frustración

Si superamos esta fase, llegamos a la “zona de aprendizaje”, donde adquirimos nuevas habilidades, confrontamos los problemas que surgen, exploramos nuestros límites, etc. Es una etapa de descubrimiento y expansión:

  • Aceptamos nuevos retos y problemas
  • Aprendemos conocimientos y habilidades
  • Te sientes cómodo/a en situaciones que antes no
  • Toleras la frustración e incertidumbre

Tras un tiempo integrando estas nuevas habilidades en nuestros recursos, llegamos a la “zona de crecimiento”, la cual se convierte en nuestra nueva forma de vida:

  • Nuevos objetivos
  • Mejores hábitos
  • Buen manejo en situaciones novedosas
  • Retomas el control de tu vida
  • Afrontas los problemas sin miedo

¿Cómo salimos de la zona de confort?

  1. Identifica tu zona de confort: situación en la que estás “demasiado cómodo/a” y no eres productivo/a:

    o Dejas pasar oportunidades.
    o La procrastinación invade tu vida: tienes muchas cosas por hacer pero no las empiezas, aplazas compromisos, cancelas citas en el último momento, etc.
    o No modificas tu rutina.
    o No tienes novedades que contar cuando hablas con familiares, amigos o pareja.
    o Tienes sueños pero no objetivos.
    o Sabes que no estás bien pero no crees que haya nada que pueda mejorar.
    o Te ves igual ahora que en 5 años.
    o Piensas que otras personas “están locas” o tienen más facilidades para dejar su rutina y hacer cosas nuevas.
  2. ¿Dónde está mi mayor zona de confort?:

    o Trabajo
    o Pareja
    o Tiempo libre
    o Etc.
  3. Establece un objetivo: dónde estás y a dónde quieres llegar:

    o Sustituye tus excusas por razones.
    o Cambia tu ambiente: personas, lugares, trabajo,…
    o Revisa tus hábitos.
    o Combate la procrastinación: empieza de menos a más.
    o Proponte nuevas actividades.

Las emociones, cuestión de bienestar.

"Imagen de Entrada de Blog: Las Emociones, Cuestión de Bienestar."

Las emociones son algo a lo que estamos acostumbrados desde que nacemos, conocemos las sensaciones que nos provocan pero tratamos con ellas inconscientemente.

Tienen una función adaptativa, es decir, aparecen porque algo cambia en nuestro entorno o en nosotros y nos motivan a actuar en la dirección adecuada. Por lo que ellas guían nuestro comportamiento diariamente, nos ayudan a sobrevivir.

Las emociones tienen tres componentes: el cognitivo, fisiológico y conductual.

El componente cognitivo hace referencia a la relación entre pensamiento y emoción: toda emoción se crea a partir de una interpretación de un hecho, de la forma en la que procesamos la información. Por ello nuestros esquemas mentales tienen un papel fundamental en nuestro estado de ánimo, ya que según evaluemos un acontecimiento podremos estar tristes, alegres, enfadados… y no es el hecho en sí lo realmente importante, sino el significado que le otorguemos.

La parte fisiológica se refiere a las reacciones que aparecen de forma involuntaria en nuestro cuerpo. Estos cambios pueden ser variaciones en el ritmo de la respiración, en la presión sanguínea, sudoración, etc. Dichos cambios particulares de cada emoción preparan al cuerpo para adaptarse a cada situación concreta.

El componente conductual recoge el comportamiento visible, las conductas que realizamos, el tono de voz, las expresiones faciales, etc. Que ayudan a los demás a saber cuál es nuestro estado de ánimo y a nosotros a actuar en consecuencia con lo que sentimos.

En muchas ocasiones tratamos de evitar las emociones que nos resultan desagradables como la tristeza, la rabia, la ira… sin embargo negarlas es lo que las convierte en disfuncionales ya que se instalan en nosotros sin cumplir su función, que es aceptarlas para poder entender qué nos lo está provocando y actuar en consecuencia.

Las emociones básicas son la alegría, tristeza, sorpresa, miedo, asco y la ira.

  • La tristeza nos produce una sensación de pérdida, soledad, decepción,… Nos motiva a pedir ayuda y apoyo de los demás, a reintegrarnos para recuperar el bienestar.
  • El miedo provoca incertidumbre e inseguridad. Nos dirige a actuar para evitar consecuencias negativas ante una amenaza que puede ser real o imaginada.
  • La alegría genera seguridad y bienestar. Nos motiva a repetir esos acontecimientos que nos hacen sentir bien.
  • La ira produce rabia, frustración. Nos empuja a defendernos, luchar contra los obstáculos que hay en el camino hacia nuestros objetivos y poner límites.
  • La sorpresa provoca sobresalto y desconcierto. Nos motiva a dirigir la atención hacia algo novedoso, a explorar.
  • El asco crea incomodidad y evitación. Nos provoca rechazo, que nos alejemos de algo que puede ser nocivo para nosotros.

Como vemos cada emoción lleva detrás un plan de acción concreto, por lo que debemos hacer caso de lo que sentimos, ser conscientes de cada emoción y no evitarla, sino descifrar lo que hay tras ella y actuar para restaurar nuestro bienestar.