Las emociones, cuestión de bienestar.

Las emociones son algo a lo que estamos acostumbrados desde que nacemos, conocemos las sensaciones que nos provocan pero tratamos con ellas inconscientemente.

Tienen una función adaptativa, es decir, aparecen porque algo cambia en nuestro entorno o en nosotros y nos motivan a actuar en la dirección adecuada. Por lo que ellas guían nuestro comportamiento diariamente, nos ayudan a sobrevivir.

Las emociones tienen tres componentes: el cognitivo, fisiológico y conductual.

El componente cognitivo hace referencia a la relación entre pensamiento y emoción: toda emoción se crea a partir de una interpretación de un hecho, de la forma en la que procesamos la información. Por ello nuestros esquemas mentales tienen un papel fundamental en nuestro estado de ánimo, ya que según evaluemos un acontecimiento podremos estar tristes, alegres, enfadados… y no es el hecho en sí lo realmente importante, sino el significado que le otorguemos.

La parte fisiológica se refiere a las reacciones que aparecen de forma involuntaria en nuestro cuerpo. Estos cambios pueden ser variaciones en el ritmo de la respiración, en la presión sanguínea, sudoración, etc. Dichos cambios particulares de cada emoción preparan al cuerpo para adaptarse a cada situación concreta.

El componente conductual recoge el comportamiento visible, las conductas que realizamos, el tono de voz, las expresiones faciales, etc. Que ayudan a los demás a saber cuál es nuestro estado de ánimo y a nosotros a actuar en consecuencia con lo que sentimos.

En muchas ocasiones tratamos de evitar las emociones que nos resultan desagradables como la tristeza, la rabia, la ira… sin embargo negarlas es lo que las convierte en disfuncionales ya que se instalan en nosotros sin cumplir su función, que es aceptarlas para poder entender qué nos lo está provocando y actuar en consecuencia.

Las emociones básicas son la alegría, tristeza, sorpresa, miedo, asco y la ira.

  • La tristeza nos produce una sensación de pérdida, soledad, decepción,… Nos motiva a pedir ayuda y apoyo de los demás, a reintegrarnos para recuperar el bienestar.
  • El miedo provoca incertidumbre e inseguridad. Nos dirige a actuar para evitar consecuencias negativas ante una amenaza que puede ser real o imaginada.
  • La alegría genera seguridad y bienestar. Nos motiva a repetir esos acontecimientos que nos hacen sentir bien.
  • La ira produce rabia, frustración. Nos empuja a defendernos, luchar contra los obstáculos que hay en el camino hacia nuestros objetivos y poner límites.
  • La sorpresa provoca sobresalto y desconcierto. Nos motiva a dirigir la atención hacia algo novedoso, a explorar.
  • El asco crea incomodidad y evitación. Nos provoca rechazo, que nos alejemos de algo que puede ser nocivo para nosotros.

Como vemos cada emoción lleva detrás un plan de acción concreto, por lo que debemos hacer caso de lo que sentimos, ser conscientes de cada emoción y no evitarla, sino descifrar lo que hay tras ella y actuar para restaurar nuestro bienestar.

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Alicia Gavilán Mateos

Alicia Gavilán Mateos

Psicóloga